11.30.2007

La búsqueda de cambios sociales desde las manualidades

ACTIVISMO DE PUNTO

Personas de todo el mundo están utilizando las manualidades como una forma de manifestación. Buscan la revalora
ción del trabajo manual y de las labores femeninas.

Por Camila Larsen Esveile

El activismo siempre ha sido más que lienzos ondeantes y cánticos aprendidos. Y desde hace unos años, también es tejido, corte y confección o cocina. En todo el mundo, hombres y mujeres –muchas mujeres- están utilizando las manualidades como una forma de manifestarse. Se llama craftivismo. Un movimiento que busca una revaloración de las cosas hechas a mano y una oposición al consumismo. Plantea además una discusión activa sobre los prejuicios contra el rol doméstico de la mujer, preguntándose si lo hogareño puede llegar a generar cambios en la sociedad.

El nombre craftivismo surge de un juego de palabras, donde el vocablo inglés craft reemplaza a su término en español más cercano, manualidades. Craft, como sustantivo o verbo, posee muchos más acepciones que su contraparte hispana: oficio, artesanía o confeccionar. Craft y activismo, manualidades y activismo. La definición ya dice bastante, pero como un textil, esta palabra es sencillamente el hilo con el que se empieza a tejer.

La materia prima del craftivismo es la creatividad. O más bien, la capacidad de reconocer en ella un poder. Una vez que se deja de considerar al trabajo manual propio como un pasatiempo o una actividad menor, las manualidades se revaloran. El craftivismo es, en primera instancia, descubrir que cada objeto hecho a mano posee un valor cultural y social particular.

Tejiendo el descontento

Así como trabajos manuales hay muchos, también existen variadas causas. Oposición a la guerra, crítica a la globalización o la lucha por los derechos ciudadanos. Sin embargo
, existe en el craftivismo una naturaleza común, el entramado que le da forma. Se trata de la reivindicación del valor de lo hecho a mano como una herramienta contra el consumo y el materialismo.

Cuando la creadora del proyecto microRevolt -Cat Mazza- aprendió a tejer, descubrió que cada pieza poseía una historia personal y cultural única. Entonces, comenzó a cuestionarse sobre el origen de las prendas de ropa de las grandes compañías de vestuario. ¿Quiénes las hacían?, ¿bajo qué condiciones laborales? Al darse cuenta de que existía una gran diferencia entre el estilo de vida prometido al vestir ciertos logos y la precarización del trabajo en las fábricas, decidió utilizar el tejido para denunciarlo.


Empezó por tejer prendas de vestir con el logo de las compañías más conocidas como Nike o The Gap. La idea era generar una discusión sobre la relación entre el impacto de los logos en la sociedad y la verdadera situación en los talleres de producción o sweatshops. Así nació microRevolt, un sitio web que atrae a tejedores de todo el mundo para protestar contra la existencia de los sweatshops y la feminización del trabajo precario. Según Cat Mazza, “el concepto de “microRevolt” es una interpretación de las ideas de Félix Guattari sobre las revoluciones moleculares, donde pequeños actos de resistencia pueden iniciar un cambio”.

Para Cat, la eficacia de este tipo de este tipo de proyectos radica en la complementariedad con otras actividades, “el craftivismo que protesta contra la industria del vestuario es más productivo cuando colabora con otros métodos de activismo, el cambio en las políticas legislativas, la defensa de los derechos laborales y la conciencia de los consumidores. Votar con nuestro dinero y cosas por el estilo”.

Cosa de mujeres

Como todo lo ligado a lo femenino, las manualidades han si
do relegadas constantemente a un segundo plano. Como si lo doméstico contra lo público, lo artesanal opuesto a lo industrial, lo femenino bajo lo masculino, no tuviesen la relevancia histórica suficiente. Para las nuevas generaciones del feminismo, el renacer de las manualidades es una reconciliación con la idea del rol doméstico de la mujer.

Ya no se trata de pensar que las labores hogareñas limitan las oportunidades femeninas en el ámbito laboral, intelectual o familiar. El problema no es dedicarse a lo doméstico, sino la falta de oportunidades y la devaluación del trabajo femenino. Porque si bien un rol activo en la vida pública resulta satisfactorio y positivo, hay que descubrir lo que
causa plenitud en lo privado. Así, el craftivismo en cualquier de sus formas se presenta como una opción para aprender a disfrutar lo hogareño y revalorar los trabajos que durante siglos han atribuidos a las mujeres.


En Chile, existe una comunidad en línea de tejedoras llamada RevésDerecho, donde tejedoras hispano hablantes comparten patrones y consejos de tejido. El grupo fue fundado por la diseñadora Marina Torreblanca hace tres años “porque existia la necesidad de un espacio donde se hablara español y que reuniese a todas las tejedoras que compartiesen este idioma”. Pero lo que partió como una comunidad virtual en internet, rápidamente se trasladó al mundo real. Todos los meses se celebran reuniones tejeriles, así como actividades de caridad o de intercambios de regalos entre tejedoras de varios países.

Las mujeres, al descubrir que el tejido las reunía, se convirtieron en amigas. Mientras tejen, conversan sobre sus familias, sus trabajos, sus experiencias y motivaciones. Estas tejedoras de diversas localidades, han creado redes entre ellas y hoy su principal misión es dar a conocer la cara comunitaria del tejido.

La insistencia de llevar su pasatiempo mucho más allá, le permitió a Marina llegar a ser la actual directora de la revista Tejer la Moda. “Hoy el tejido es mi trabajo. Me encanta que haya público que comparta mis mismas afinidades y poder inspirar a la gente”.

¿Lo tejido es político?

Existe una discusión sobre los alcances del craftivismo. Más bien, sobre la línea que separa el activismo de la mera manualidad. La gente hace cosas a mano desde hace miles de años sin necesidad de transformarlas en una declaración política.

Pero para los craftivistas no se trata de la simple creación, sino de su conciencia. De ese modo, no importa si se cose en casa una prenda para un ser querido o si se teje con retazos de una bandera estadounidense. Mientras las personas se den cuenta del poder de su creatividad, generen una relación conciente con los objetos que crean y aprendan a valorar el trabajo manual de otros, estarán produciendo un cambio. Y eso, es craftivismo.

Craftivismo en la red

microRevolt

Misión: “investigar el surgimiento de talleres de trabajo precario en el capitalismo industrial para informar sobre la crisis de expansión global y feminización del trabajo”
Alguna actividad: con la colaboración de tejedores de todo el mundo, se tejió una manta de 4 metros con el logo de Nike. Cada cuadrado tejido era una firma en la petición por condiciones de trabajo más justas en las fábricas de esta empresa.

Knitta
Misión: unir las manualidades con el arte callejero. “Tomar el graffiti y hacerlo más cálido, peludo y aceptable”.
Alguna actividad: envolver postes, antenas, manillas o cualquier objeto callejero con retazos tejidos.

Stitch for Senate

Misión: utilizar las reuniones de tejido como un espacio de reunión para la discusión y protesta, así como para persuadir al Senado estadounidense de retirar a los soldados de Irak.
Alguna actividad: tejer y enviar un pasamontañas militar a cada senador.

RevésDerecho

Misión: servir como lugar de reunión para tejedores de habla hispana, donde puedan intercambiar experiencias relacionadas al tejido.
Alguna actividad: se realizará una intervención en Plaza de Armas en el que varias tejedoras colaboraran con cuadrados tejidos de color verde. La idea es armar una alfombra que parezca pasto para celebrar sobre ella un día de campo, así, se alentará a los colaboradores a discutir sobre la participación de los ciudadanos en la configuración de los espacios públicos.

11.29.2007

Heterocuriosidad adolescente

EL DESPERTAR HOMOSEXUAL

¿Qué diría usted si viera a su niñita en edad pingüina de la mano con una compañera? Pues, prepárese, porque lo que hasta hace poco nos parecía aberrante, actualmente es una verdad más cercana de lo que se podría pensar. La homosexualidad ha dejado de ser un tabú, al menos dentro de las nuevas generaciones. Hoy, darle un beso a una persona de un mismo sexo no es una ignominia, es una posibilidad.

Por Patricia Díaz y Romina Reyes.

La “heterocuriosidad”


Para los especialistas, el concepto "heterocuriosidad" no existe. El término, relativamente nuevo y sin sustento científico, es acuñado entre los jóvenes para referirse a aquellos pares que, si bien no son abiertamente homosexuales, han tenido algún tipo de estas experiencias, las que van desde un sencillo beso a una relación de pareja.

Con o sin respaldo del colegio médico, la “heterocuriosidad” es una tendencia que crece entre los jóvenes de edad escolar, y bastante. Es sólo cosa dar una vuelta por el Parque Forestal en la tarde de un día viernes, o visitar espacios bailables alternativos como el Galpón Víctor Jara o la discoquete Blondie, para descubrir a cientos de adolescentes quienes son libres de experimentar besos y abrazos con parejas de su mismo sexo sin mucho compromiso, al son de su propia banda sonora.

¿Puede considerarse a la “heterocuriosisdad” como una nueva tribu urbana? Quizá, pero ésta, al contrario del resto de la tribus que caracterizan la juventud chilena, trasciende el tema estético, situándose por debajo de la ropa.

Sin embargo, a pesar de lo que dicte la lógica, los jóvenes que se dejan tentar por esta curiosidad están aún a años luz de colgarse la estampa de “homosexuales”; aquella palabra parece cargar una seriedad, una cierta responsabilidad que los adolescentes no están listos aún para aceptar. Total, un beso no dice nada.

"Yo no creo que deje de ser hetero porque me hayan gustado minas, y no me cierro a la posibilidad de que me sigan gustando".
Valentina, 18 años. Colegio Carmela Carvajal de Prat

Los jóvenes parecen tener claro que esta “heterocuriosidad” poco tiene que ver con identidades plenamente definidas; tal como lo dice el término, es sólo curiosidad: curiosidad de saber cómo es, qué se siente, a qué sabe. Esa curiosidad que nace de una generación que viene con menos tabús que sus predecesoras, al alero de una cultura de masas cada más desinhibida, que fomenta el atreverse a nuevas experiencias.

Tal como los medios de comunicación se han encargado de ilustrar, mediante cámaras ocultas en antros bailables, visitas a galerías fotográficas y videos en internet, para los jóvenes el tema sexual ya no tiene nada de prohibido; es más, ni las mejillas sonroja. Cosa similar sucede con la homosexualidad.

La experimentación con lo homosexual se da tanto en hombres como mujeres, sin embargo, estas últimas parecen ser más aceptadas al interior de una sociedad machista, que lejos de restarle feminidad a una mujer de la mano con otra, dota la imagen de un erotismo de fantasía. Esta búsqueda de lo sexual nace en el lugar donde se da el mayor roce entre sexos –iguales o diferentes- en la vida pre-adulta: los establecimientos educacionales. Así es como muchas niñas encuentran en sus compañeros de curso un pololo; otras se atreven a cambiar de vocal.


Caldo de cultivo: colegios de mujeres

Los ambientes que reúnen a muchas niñas por largas horas al día parecen ser los lugares ideales para cultivar la curiosidad sobre lo homosexual. Las alumnas de colegios femeninos emblemáticos, tales como el Carmela Carvajal, ubicado en la comuna de Providencia, o el Liceo 1, en Santiago Centro, saben de esto. Ambos colegios hoy, además de cargar con su alumnado de excelencia y sus puntajes nacionales, también soportan el rumor que hace que sus alumnas sean apuntadas con el dedo: hay lesbianas al interior de sus aulas.

Pero las niñas no se espantan. Conviven con el tema día a día, y ya lo consideran algo normal, a pesar que la política interna de los colegios suele oponerse determinadamente a cualquier “manifestación o prurito sexual”, tal como lo estipula el reglamento interno del Colegio Carmela Carvajal desde el año 2005.

“Se habla del matrimonio, y es una cosa hetero. Si una tira comentarios respecto al tema (de la homosexualidad), es siempre no, es anti natura, no es normal. Esto es malo”.
Rosita, Camila, 18 años. Colegio Carmela Carvajal de Prat, Providencia

Situación similar ocurre en el Liceo 1. Su reglamento interno también especifica la prohibición de manifestaciones de orden homosexual. Sin embargo, para las alumnas, esto hablaría de una situación contradictoria.

“En el reglamento ponen que se acepta la pluralidad y todo eso, siempre y cuando no se haga al interior del colegio. O sea, en el fondo, igual no lo aceptan”
Carla, de 17 años. Liceo 1, Santiago Centro


Al final, no es que los colegios nieguen la situación que ocurre al interior de sus salas de clases, es sólo que prefieren omitirla. El Liceo 1 pone muchas dificultades para tratar de conversar de cualquier tema que respecte a sus políticas, mientras que el Colegio Carmela Carvajal no está abierto al debate sobre el tema “por orden de Dirección”, tal como dijo su orientadora al negarse a responder esta entrevista.

La omisión del tema por parte del colegio no impide que éste se trate tanto dentro como fuera de sus salas de clases. De las niñas encuestadas en ambos establecimientos, el 80% afirma haber tenido experiencias homosexuales, pero ninguna se declara lesbiana. Al nombrar esa palabra, todas entornan los ojos, como si no pudieran con ese peso, con la seriedad que implica adherirse al apelativo identitario. Sin embargo, la cosa es más sencilla cuando se habla de bisexualidad.

“Yo creo que… es que yo he escuchado que la bisexualidad no existe. O eres negro o eres blanco, ¿cachai? No puedes ser del medio. Pero si existe de verdad, yo digo que soy bisexual, porque no puedo decir ‘ay, soy heterocuriosa’ si tuve una relación de tres años con una mina. Que mi mamá supo y todo. Porque hay minas que son heterocuriosas. Que en el fondo, están experimentando. Que quieren probar.”
Camila, 18 años, Colegio Carmela Carvajal de Prat. Providencia.


Así, el desenvolverse en un ambiente donde la homosexualidad es todo menos algo tabú funciona como el mejor enganche para que muchas niñas, en especial aquellas que están apenas integrándose a comunidades educativas tan amplias como éstas, comiencen no sólo a aceptar el tema de la homosexualidad, sino a tener roces directo con éste, ya sea a través de sus experiencias personales o las de sus pares. Dicha aceptación estaría dada por una maduración natural de cada niña, además de la propia concepción que cada familia posea del tema al interior de su hogar.

“Yo creo que se hace normal por el liceo… por estar siempre con niñas así”
María José, 16 años. Liceo 1. Santiago Centro.

“Una que lo vive y tiene que compartir con ‘esto’, lo acepta y ya de alguna forma, la mente se abre un poco más..."

Rosita, 18 años. Colegio Carmela Carvajal de Prat. Providencia.

Sin embargo, las chicas tienen claro que de estos “experimentos” sólo algunas resultan ser verdaderamente lesbianas. Saben que muchas de sus compañeras caen en la moda, en lo que todas hacen, o en lo que sirve para encajar. Porque a diferencia de lo que se podría pensar, o las ideas que reinaban en otra época, la “heterocuriosidad” existe, y para estas jóvenes parece de lo más normal.

Al final, el despertar sexual propio de la adolescencia se extiende hasta los límites de la heterosexualidad, y pasa también para el otro lado. La curiosidad puede ser tan sólo una etapa o un momento determinante para el resto de la vida de las niñas que viven dichas experiencias, sea por la razón que sea. Depende de cada quién.

“Como la sexualidad es un mundo tan amplio, que por descubrirlo quizá por moda, empiezas a probarlo, comienzas a confundirte, y te queda gustando. Pero yo creo que la moda y el medio influyen mucho.”
Rosita, 18 años. Colegio Carmela Carvajal de Prat. Providencia.

La cara B: cuando las monjas te miran

Pareciera que hoy el viejo prejuicio que rondaba a los colegios femeninos se concretara de manera bastante notable. Amigas que se besan en los pasillos, compañeras-pololas que comparten bancos… es la tónica que caracteriza a muchos colegios de mujeres en la capital. Pero no todos son tan así.

Sólo basta mirar en establecimientos educacionales de comunas más acomodadas, la mayoría de financiamiento particular y con tendencias religiosas católicas, para notar diferencias en las opiniones, percepciones y experiencias de las jóvenes. Aquí el tema de la homosexualidad parece tocarse muy a lo lejos, y la mayoría de las niñas sostiene que prácticamente nunca ha sabido de alguna compañera que se diga lesbiana. Si bien, reconocen que la curiosidad de probar cosas nuevas opera indistintamente de los sectores sociales, aseguran que las enseñanzas y estructuras de cada colegio actúan como límites de muchas cosas.

“En los colegios católicos siempre te enseñan eso de ‘el papá y la mamá’, y nunca te enseñan que hay otra posibilidad. Cuando uno es más grande al final descubre que hay otras cosas, pero ya estás acostumbrada a esa forma de ver la vida, que tú te casas y tienes marido bonito con hijos bonitos”
Rocío. 15 años. Colegio Sagrados Corazones, Providencia.

“Nuestro colegio es súper clasista, racista, hace las diferencias ene. Yo creo… es que también hay tema social en eso. Todo va en el modelo de mujer que está en el colegio, la mujer que se va a casar, que va a tener hijos lindos, yo creo que también es por una cosa así… hay niñas que no quieren ni estudiar, que se quieren casar con un mino con plata… es otra concepción de la mujer”
Teresa. 15 años. Colegio La Maisonnette, Vitacura

A demás, las posturas religiosas de este tipo de colegios censuran, y muchas veces sancionan, actitudes que posean algún tipo de carácter homosexual, limitando aún más la opción de las alumnas de conocer, acceder e incluso comentar el tema.

“Las actitudes acá en el colegio son demasiado… a mí me pasó una vez que le di un beso a una amiga en la nariz y me mandaron a inspectoría. Llamaron a mi papá y le dijeron que yo tenía comportamientos lésbicos y que yo era rara. Mi papá me pregunto qué onda y fue como ‘papá, en verdad no’. Si fue un beso en la nariz no más, como de cariño de amigas… no sé, fue muy exagerado”
Rocío. 15 años. Colegio Sagrados Corazones, Providencia

Por lo mismo, las alumnas reconocen que los colegios deben comenzar a cambiar sus perspectivas con respecto al tema de la homosexualidad, en especial debido al carácter que éste ha adquirido socialmente, alejándose cada vez más de tabú y convirtiéndose en una realidad, común y corriente.

Dime con quién andas…

A pesar de la influencia que pueden ejercer los programas educativos y formativos de ciertos colegios en las conductas personales de sus alumnas, podría decirse que el ambiente social donde éstas se desenvuelven, ya sea fuera o dentro del mismo establecimiento, siempre tiene la última palabra. Aún cuando los profesores intenten fomentar un punto de vista con respecto a algún tema, en este caso la sexualidad, no hay mejor límite de conductas como las que pone el propio ambiente social en que las niñas se desenvuelven.

Mientras en otros colegios de mujeres las adolescentes tocan el tema de la homosexualidad abiertamente, las alumnas de colegios particulares católicos parecen sentir cierto recelo con respecto a éste. Ya sea por las familias o los amigos, el sólo hecho de mencionar el tema incomoda a estas chicas quienes a veces prefieren restringirse un poco de la discusión, evitando incluso mencionar la palabra “L”.

Aquí el “qué dirán” funciona como la fórmula intimidante por excelencia, inhibiendo cualquier conducta que no responda a lo común, a lo que todo el resto haría. Cualquier actitud que resulte diferente es un signo potencial de discriminación y el denominarse lesbiana o bisexual califica perfectamente, tanto para a la aludida como para su círculo cercano.

“Yo no sé si aquí hay niñas lesbianas o no… yo creo que no se dice, porque igual está estigmatizado… que si una niña es lesbiana la miran feo; quizás no es su entorno de amigas, pero si el resto. Por ejemplo, si fuese una niña de primero nosotras la miraríamos feo. Quizás en su curso no, porque la quieren… pero mientras no sea una persona del grupo, igual se la rechaza”
Valentina. 16 años. Colegio Sagrados Corazones, Providencia

“Aquí todo se sabe, como colegio de puras mujeres, colegio chico… si tú carreteaste el fin de semana y te agarraste a un gallo, el lunes todo el mundo lo sabe. Si una niña lo dijera a todo le mundo le llegaría rumores, la apuntarían con el dedo”
Daniela. 16 años. Colegio La Maisonnette, Vitacura

Cuando deja de ser un juego

Fuera de los límites del colegio, comienza el mundo real. Aquel mundo en el que la homosexualidad ocupa un lugar relegado dentro de la sociedad, donde se perfila realmente como esa minoría que se muestra de vez en cuando, y con precauciones. Para algunas, la curiosidad llega hasta la puerta del colegio. Para otras, termina la curiosidad y empieza lo real.

Valentina y Daniela egresaron el año 2006 de un colegio municipal. En noviembre cumplieron un año de pololeo. Para ellas, el lesbianismo dejó de ser un sabor nuevo de helado para probar; hoy es la identidad con la que salen a la calle.

Reconocen que el colegio era una especie de burbuja donde el lesbianismo no era mirado con malos ojos: “Tenemos claro que la homosexualidad es una minoría, y en nuestro colegio era mayoría. Era extraño, y claramente no todas eran realmente lesbianas… Muchas de ellas eran por moda, y otras porque en ese minuto lo sintieron y después: filo, fue no más” Dice Valentina. Para ella, todo comenzó como un juego en octavo básico. “Yo, por lo menos, la otra niña también. Después empecé a sentir cosas, por niñas. Y de ahí vinieron los pololeos y esas cosas”.

Para Daniela y Valentina la experimentación fue fundamental para descubrir su verdadera identidad sexual. Ello, junto con el ambiente de tolerancia que las rodeaba en el liceo –al menos, por parte de sus pares- las ayudó a asumirse sin auto recriminaciones y a tomar el proceso de forma natural. “Yo creo que es lo mismo que les pasa a las niñas heterosexuales cuando están en la etapa en que cada fiesta se agarran a diferentes tipos. Es como lo mismo. Es también por definirse, por probar, conocer. Lo mismo que hace esa niña con hombres, nosotras lo hicimos con mujeres. Y como en el colegio era algo tan normal, era cosa de hacerlo y ya. No había nada que te reprimiera.”

Sin embargo, afuera la cosa es distinta. Daniela nos cuenta su experiencia al entrar a la universidad: “En la U es complicado. Al principio siempre sale el tema, y tú escuchas la opinión de tus compañeros y te vas haciendo una idea. Mis compañeros hombres hablan el tema de la homosexualidad, de los gays, y hablan pestes: los suben y los bajan. Pero no se refieren al tema de las mujeres. Y mis compañeras como que no tienen ninguna inclinación hacia ninguna de las opiniones. Pero al principio en la U me costó mucho. Tú ves que en la U en general como que no se toca el tema”.

Al final, cada colegio actúa como una burbuja que busca proteger a sus alumnos de alguna realidad que resulte lacerante. En algunos, el roce constante de niñas con las mismas inquietudes en torno a la homosexualidad ayuda a que el proceso sea tomado de manera más natural, quitándole el descalificativo “aberrante” a la situación. Y si bien no son todas las niñas que experimentan, sí se da una aceptación general por parte de éstas, que de no ser tal, podría actuar como agente represor de la propia identidad de muchas jóvenes que ven en la homosexualidad su verdadero “yo”.

Pero "colegio de mujeres" no es sinónimo de lesbianismo. En los colegios mixtos la situación también se da, sólo que en menor medida, ya que el tema no sólo depende del ambiente, sino de los valores, las familias, y el medio social donde las jóvenes se desenvuelvan.

De haber estado en otro colegio, ¿habrían sido las mismas? Ni Daniela ni Valentina lo saben con seguridad. Sin embargo, hoy el proceso que las llevó al lesbianismo poco importa frente a los hechos. El jumper, la corbata, la curiosidad y el clóset, se quedaron atrás.

QUIEN TE CUIDA LA CASA

Quien te cuida la casa, te alimenta a los niños, lava y plancha la ropa, te calienta la comida y por poco te la da en la boca. Quien permite que veas la teleserie, las noticias, y por la noche, te duermas y sueñes con la bendita estabilidad.

Por Romina Reyes Ayala.

La “nana” peruana se ha convertido en un cliché capitalino. Aquella de piel más morena que el común de los santiaguinos, rasgos andinos y gestos cordiales, que acompaña de un “pues” todas sus respuestas a las patronas que viven de Tobalaba hacia arriba. Peruanas y peruanos que se agolpan a los pies de la Catedral de Santiago, haciendo del centro de nuestra capital una colonia peruana en la que una, como transeúnte, se siente algo ajena.

¿Qué tiene Chile que atrae a tanto inmigrante? ¿Será acaso que el verso mítico de Si vas para Chile es más cierto de lo que alcanzamos a reconocer? Pues es evidente que no. Se sabe que nosotros, los chilenos –los europeos de Latinoamérica- tenemos un complejo de superioridad con los vecinos del norte, quienes, aun y con todos los estigmas que se les graban a la piel en tierras chilensis, siguen llegando como masa en busca de trabajo.

Inmigrantes, indocumentados, “ilegales”. Las tres i que resumen una realidad que a pocos les importa a la hora de emplear. El inmigrante triple i es mano de obra más barata que cualquier otro nacional. Ya sea como clásica “nana”, obrero o cualquier otro trabajo menor, el inmigrante gana a la hora de conseguir dichos trabajos tan sólo porque acepta hacer más por menos. Para cualquiera, es un negocio redondo.

El poco sueldo que aceptan es, sin embargo, vital para ellos y para quienes los esperan en su tierra aborigen. Así, las remesas llenan los estómagos de los niños que esperan en la casa, al otro lado de la frontera. Estas son el dinero enviado por los emigrantes a su país de origen, siempre y cuando sea enviado a cambio de nada tangible; es decir, como regalo.

Es tal el caso de las migraciones, que en algunos países, las remesas se han convertido en algunas de las fuentes principales de ingreso en la economía nacional. Tal caso no deja de ser preocupante, pues habla de la vulnerabilidad de la propia economía nacional para sustentarse, puesto que se sostendría de los egresos de otras naciones. No obstante, es una realidad, un indicador que nos sigue amarrando como continente al tercer mundo.

Es así. En países como Perú, Bolivia, México, la fuga de la mano de obra sigue siendo abundante; llegan a países con economías más sustentables a conseguir trabajo, aumentando la demanda, sosteniendo los precios, constituyendo esa franja social baja, la más baja en la pirámide, enviando a sus casas sueldos para mantenerlos a larga distancia y perpetuar un sistema que funciona así, con peruanos sentados en las paredes de la Catedral, con “nanas” de rostros incas lavando, planchando y sirviéndonos el té, para que nosotros sigamos siendo los jaguares del continente.

11.27.2007

Trabajadores del hogar extranjeras

EL CALVARIO DE SER “ILEGAL”

En el contexto de la amnistía a inmigrantes indocumentados que anunció el gobierno, Jannina Canaval y Jenni Luján nos cuentan de su experiencia como empleadas domésticas en Chile.

Por Damaris Torres y Natalia Sánchez

Jannina Canaval (26), empleada doméstica de origen peruano, comenta “el problema de ser ilegal es sobre todo no existir socialmente, ya que no tenemos seguridad laboral y tampoco buenos sueldos, lo que ocasiona la ausencia de previsión de salud y la imposibilidad de un ahorro para nuestra jubilación. Por ejemplo, si algo se pierde en la casa, se nos culpa al ilegal y se nos despide. Si esto ocurre no tenemos un finiquito que firmar ni que pagar.”

El Departamento de Extranjería y Migración (DEM), de la Subsecretaría del Interior, anunció recientemente un plan de regulación de inmigrantes “ilegales“ que funcionará como Perdonazo y beneficiará alrededor de 20 mil extranjeros indocumentados residentes en nuestro país. Los favorecidos serán los provenientes de Perú, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Colombia, Venezuela, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, México, República Dominicana, Cuba, Islas Caimán, y Haití. No obstante, los más beneficiados serán peruanos y bolivianos, con 15 mil y 2 mil visas reguladas respectivamente.

La Resolución de ley permitirá a todos aquellos inmigrantes que hayan ingresado al país hasta el 21 de octubre de 2007, y que no posean antecedentes judiciales o policiales, regularizar su situación en el país.

Según cifras del DEM, entre en los años 1995 y 2005 se otorgaron alrededor de 96.300 Permanencias Definitivas a inmigrantes, de las cuales 33 mil corresponden a peruanos. De las Visas otorgadas anualmente, ya sean sujetas a contrato, temporarias o de estudiantes, más del 50% son concedidas a personas de nacionalidad peruana.

La gran migración peruana en Chile es evidente. Existen estimaciones no oficiales que señalan que, cada mes, entre mil y dos mil peruanos se instalan a vivir en el país. De ellos, gran parte se encuentran en la ilegalidad, trabajando en condiciones paupérrimas. El caso más emblemático es el de las empleadas domésticas.

Nanas peruanas

Actualmente una gran cantidad de familias están contratando a peruanas indocumentadas como trabajadoras domésticas para sus hogares. La razón es simple: ausencia de contratos, salarios bajos, que pueden llegar incluso a los 80 mil pesos, y por sobre todo, la certeza de prescindir de sus servicios libremente, sin previo aviso.

La Asociación Nacional de Empleadas de Casas Particulares (Anecap) cuenta con 350 mil trabajadoras, de las cuales el 28% corresponde a mujeres peruanas con permiso de residencia en el país. Sin embargo, la situación de Jannina Canaval y Jenni Luján (29), y la de tantas otras mujeres, es distinta. Ellas ni siquiera pueden asociarse a instituciones como ésta por el hecho de ser inmigrantes sin papeles. Esto implica una considerable diferencia salarial. Las empleadas domésticas legales, ya sea inmigrantes o chilenas, reciben un sueldo entre los 150 y 250 mil pesos mensuales; por el contrario, las indocumentadas sólo optan a un salario que fluctúa entre los 80 mil pesos y el sueldo mínimo.

Ser inmigrante y no tener papeles, además de ser empleada doméstica, se convierte en una especie de estigma para la vida de estas mujeres. Tal es el caso de Jenni, quien comenzó trabajando puertas afuera en una casa de la comuna de Peñalolén obteniendo como sueldo 150 mil pesos mensuales. No obstante, las condiciones laborales cambiaron para ella. Desde hace dos meses su ritmo de trabajo consiste en un servicio puertas adentro, sin derecho a día libre, recibiendo por pago el mismo sueldo.

En el caso de Jannina la situación es más complicada. La joven, que reside en Chile hace 9 meses, trabaja sólo por 80 mil pesos en un hogar ubicado en la comuna de Las Condes. Su horario de trabajo es de 8 de la mañana hasta las 9 de la noche, hora en la que deja servida la cena para sus patrones.

Tanto Jenni como Jannina saben que mientras no regularicen su situación en Chile deberán soportar estas condiciones de vida; ambas necesitan el dinero que reciben, ya este es enviado a Perú, casi íntegro, para alimentar a sus hijos.
¿Será este plan de regularización de inmigrantes, “Perdonazo”, la solución para ellas?
Jenni y Jannina piensan que esta medida les es favorable, ya que regularizando su situación en Chile tendrían más posibilidades de resguardo social. Ambas se encuentran contentas de haber enviado su formulario y de tener la opción de obtener su residencia legal. Pese a ello, deben esperar la respuesta del gobierno.

La medida, que pareciera tan esperanzadora, ha generado controversias respecto al número de beneficiados. Según las cifras del Departamento de Extranjería y Migración la estimación de inmigrantes ilegales en Chile asciende a 20 mil personas, por ello los 20 mil cupos disponibles para el perdonazo. Sin embargo, las cifras del Comité de Refugiados Peruanos en Chile hablan de 45 mil personas.

De ser esta situación no se tendría certeza de quiénes vayan a ser realmente los que obtengan su permiso de residencia. Todos quienes no sean beneficiados correrán el riesgo de ser deportados al entregar sus datos a través del formulario de solicitud. Si bien, esta medida es positiva, en el sentido de normalizar la situación de miles de inmigrantes ilegales que viven en desfavorables condiciones, queda abierta la interrogante de los criterios reales de selección. Resulta preocupante considerando la esperanza que sembró en tantos inmigrantes este anuncio. Queda la sensación de que esta medida sigue siendo insuficiente.

11.26.2007

ALERTA ROJA

Creen que somos princesas de sangre azul. Que todos los meses montamos sobre compresas inmaculadas. O que metemos en nuestra feminidad una pureza absorbente. Para los patriarcas de las toallitas, menstruamos en la clandestinidad.

Por Camila Larsen Esveile

La industria de la higiene menstrual se inició a finales del siglo XIX con la aparición de los primeros productos desechables. Pero es desde la década de los 70 que las ventas comienzan a consolidarse. Y con ellas, surge el mundo paralelo de la publicidad, donde las mujeres sangramos azul, olemos a manzanilla y nunca jamás decimos la palabra “menstruación”.

En la actualidad, existen tantos productos desechables como eufemismos. Tampones con aplicador o sin él, mini, regular, súper o súper plus; toallas ultra finas, normales, con aroma, con círculos antiderrame, con “flexi-alas” y con “malla-sec”. La regla, la enfermedad, el período, la indisposición. Ya sabes, esos días.

Para algunas mujeres, adquirir aquellos paquetitos rosados en público sigue siendo vergonzoso. ¿Para que los hacen tan lindos si al comprar uno te sientes como si estuvieras pasando droga en el aeropuerto? Sí, caballero, ando con la regla.

Estamos demasiado acostumbradas a los tampones, ya casi nunca vemos la sangre. Creemos que los protectores diarios protegen nuestra vagina, cuando solo nos cuidan los calzones. La industria de los productos menstruales desechables y el tabú de la higiene femenina también tienen alitas, tan fijos están que no nos preguntamos si son realmente necesarios.

La lógica corporativa se ha apoderado de la menstruación. Sus construcciones culturales nos hacen creer que debemos esconder cualquier indicio del ciclo femenino. Con productos que en cada comercial aparecen más compactos, casi invisibles. Con materiales de nombres futuristas y blanqueados, perfectamente puros. La sangre es absorbida por un misterioso gel. No hay nada entre mi toallita y yo.

Poco nos cuestionamos sobre los daños que acarrea el uso de 10.000 toallitas y tampones en el periodo fértil de cada mujer, porque la información es escasa. Se sabe que para el blanqueamiento de la celulosa y las fibras de algodón, se utilizan productos químicos que contaminan las aguas. Algunas toallitas contienen capas de polietileno o polipropeno que son plásticos derivados del petróleo difíciles de reciclar. Todo eso entre tus piernas.

Los tampones están hechos de algodón y rayón, materiales que desprenden fibras al interior de la vagina y pueden causar ulceraciones y resequedad al descamar la membrana mucosa de ésta. Además, su uso está asociado al síndrome de shock tóxico, una infección bacteriana que, si bien es muy rara, puede ser letal. Todo eso dentro de tu vagina.

A pesar de todo esto, cualquier elección que no sea plástica y descartable nos parece medieval. Pero las opciones existen, y con un poco de disposición pueden resultar muy prácticas, tanto para nuestra comodidad como para nuestra salud y el medioambiente. Una de ellas, puede ser retomar viejas tradiciones y actualizarlas. Eso es lo que hizo la chilena Tatiana Renom al comenzar a experimentar con las Ecoalitas, toallas higiénicas de tela de algodón que vende desde hace unos meses.

Conciente del daño ecológico causado por los productos desechables, Tatiana decidió dejar de usarlos y encontrar una alternativa propia. “Partí experimentando conmigo después de interrogar a mi abuelita y a mi mamá para saber como lo hacían ellas en su época. Hice varios modelos de prueba, pero era difícil porque tenia que esperar los 28 días para poder probar lo que hacia durante esos intermedios”, comenta. Para agilizar el proceso, les pidió a algunas de sus amigas que probaran las nuevas toallitas. Cuando estuvo lista, creó una página web por si encontraba alguna mujer interesada en cambiarse a esta alternativa. Y encontró muchas. “Si bien no vendo mil unidades al mes, creo que lo importante para mi es que la gente tenga ese cambio de actitud ante este mundo”.

Las ventajas de las toallas de género son muchas.Se evita generar una gran cantidad de desechos ya que duran alrededor de 5 años, y además se ahorra dinero. Al ser confeccionadas con un género de algodón, no causan irritación y no poseen ningún químico que dañe el medio ambiente o la salud. Y por mucho que confiemos en la tecnología de la toallita de plástico, no creamos que ésta opción es menos absorbente. En su interior poseen un género impermeable que impide que la sangre traspase hasta la ropa.

La menstruación no debería relacionarse con las mujeres saltarinas y sonrientes de los comerciales que ocupan tampones, pero no sangran y temen explicarles a los hombres o a sus hijas lo que le ocurre a sus cuerpos. Una mujer con miedo o vergüenza jamás podría saltar tan alto. Ese temor y timidez surgen de los tabúes y de la virtualidad del mundo publicitario. Por esa razón, depende de cada una cuánto queramos ocultar en el fondo del tarro de la basura.

Sangrar mes a mes no es un castigo, el flujo no es algo que debamos detener dentro de nuestros cuerpos o perfumarlo con químicos que huelen como flores. La sangre puede ser la emoción de dejar de ser una niña o el colorido recordatorio de nuestra fertilidad o, en el otro extremo, convertirse en el alivio de saber que no estamos embarazadas. No sigamos el juego de ocultarnos y hagámosle saber al mundo que nuestra sangre no es de color azul.

Juanita Vergara

UNA MUJER HUMANISTA HASTA LOS HUESOS

Toda una vida trabajando por la integración latinoamericana, por los derechos de las mujeres, impulsando el movimiento humanista, cultivando mente y cuerpo, y siendo el pilar de su familia. Hoy, promueve un proyecto llamado Puente chileno boliviano de jóvenes por el mar. Tsunami en Bolivia.
Por Natalia Sánchez Mella

Mucho más jovial de lo que representan sus 50 años, Juanita es una mujer alegre e intensa. Su contagiosa risa, abundante de carcajadas, no la hace pasar desapercibida en el lugar donde se encuentre. Se caracteriza por mezclar su increíble sentido del humor al relatar entusiasta los avances del “Puente”, como llama a su proyecto actual.

Juanita milita en el partido Humanista desde su fundación en los años 70; es bailarina y madre de dos hijos, Daniela (24) y Benjamín (16), y lleva treinta años junto al ex presidenciable del desaparecido pacto Juntos Podemos Más, Tomás Hirsch. En su trayectoria ha sido presidenta metropolitana del PH, impulsora de la Campaña de Educación para la No Violencia en Latinoamérica y desde marzo de este año dedica todos sus esfuerzos a este “tsunami en Bolivia”.

Juanita invita y recibe personalmente a los jóvenes que recluta, en el mítico Café Baquedano, para contarles de este proyecto que nace con la intención de lograr, a través de una bandera de lucha concreta, el mar para Bolivia, y con ello la integración de los pueblos latinoamericanos. Su imagen inspira confianza desde el primer segundo; sus manos finas, su eterna sonrisa, se desenvuelven con soltura al compartir sus experiencias.

Juanita no tiene tapujos en comentar sus derrotas: “los humanistas fracasamos – comenta- fracasamos totalmente. No logramos el mundo mejor que soñábamos en los 70’, muchos terminaron adaptados en este sistema de mierda. Pero si miro hacia atrás, y pudiera volver en el tiempo, ¿sabes?, habría hecho lo mismo, no me veo en otra cosa. Aunque caigamos una y otra vez, esto es lo que me hace feliz, la única forma de vivir posible para mí, que he logrado ser plenamente feliz.”

La fuerza de su convicción en los principios humanistas y en las metas que en ello se propone, se refleja en los notables avances que ha tenido este proyecto de integración latinoamericana. El Puente chileno boliviano de Jóvenes por el mar nace en marzo, y a penas tres meses después ya realizaba su primer encuentro de jóvenes en Cochabamba, Bolivia, donde se revisó y debatió acerca de la historia de la Guerra del Pacífico y el apoyo de la demanda marítima boliviana.

Nueve jóvenes chilenos, de la Universidad de Santiago y de la Universidad Católica de Chile, se reunieron en esa ocasión, la que culminó con la entrega del acta de las conclusiones de su discusión a la vicepresidencia boliviana, en La Paz. El cineasta chileno Miguel Littin, amigo personal de Juanita, editó un clip del encuentro, que pronto será transmitido en la televisión de ese país.

Hoy Juanita se encuentra nuevamente en Bolivia, para celebrar el segundo encuentro de "Puente". Con más jóvenes que la vez anterior -en especial estudiantes universitarios-, la delegación tomó vuelo a Arica el pasado martes 20 de noviembre para abordar un bus hasta la capital boliviana. Allí permanecerán reunidos hasta el domingo 25 de este mes.

“La idea es meter cada vez más ruido, llegar a la televisión y que nos pesquen. En Bolivia esto del 'Puente' está pegando mucho. La meta es que pase lo mismo en Chile. De hecho ya tenemos programado un tercer encuentro para enero del próximo año, en Iquique, donde queremos incluir también a jóvenes peruanos. ¿te tinca?”- explica con ojos grandes y una sonrisa de certeza en la aprobación de su interrogante, desde su propia casa, en Las Condes, que funciona como centro de operaciones. Y es que Juanita -desde los años 70’- que no descansa, luchando constantemente por un mundo sin guerras. Es una mujer humanista hasta los huesos.

Por motivo de los 90 años de su natalicio

VIOLETA PARRA REVIVE Y SE HOSPEDA EN LA MONEDA


La exposición cuenta con 47 piezas que serán exhibidas por medio de tres muestras. Con ellas se busca dar cuenta de las diferentes etapas en la creación artística de la compositora.

Por Damaris Torres

Violeta Parra: la que viene escondida es el nombre de la nueva exposición del Centro Cultural Palacio de La Moneda (CCPLM). En el lugar, 15 de sus obras -que van desde los óleos, arpilleras y trabajos en papier maché, como también videos, fotografías y poemas escritos en décimas por la artista- son exhibidos desde el pasado miércoles 7 de este mes, día en el que fue inaugurada la muestra.

“Nos alegramos mucho de que las obras visuales de Violeta Parra hayan salido a la luz pública. No podía ser que los franceses conocieran esta muestra y los chilenos aún la consideraran como inédita o simplemente no tuvieran conocimiento de ella” dijo Alejandra Serrano, Directora del CCPLM.

En este sentido, Serrano explicó que las obras fueron cedidas al Centro Cultural de La Moneda el año 2006 por la Fundación Violeta Parra, con el fin de llevar a cabo su restauración y exhibición. Todo este procedimiento se enmarca en el contexto de los 90 años que cumplió la creadora de Gracias a la vida, el pasado 4 de Octubre, aunque desde 1967 lo haga desde el alto cielo.

La exposición

La exposición se divide en tres muestras que irán rotando sucesivamente. La primera de ellas (actualmente en exhibición), llamada La celebración: fiesta, música y baile, agrupa 15 obras. Las otras dos muestras, definidas temáticamente como la etapa combativa y el ciclo de despedida y muerte, reúnen la parte más ideológica y sentimental de la artista.

La exposición se estará presentando todos los días en el Espacio Violeta Parra, ubicado en el CCPLM por un período de ocho años, en el cual se busca albergar, preservar y difundir su obra plástica, además de rendir un homenaje a nuestra viola chilensis.

"Conciencia Mujer Solidaridad"

UNA NUEVA BANDERA FEMENINA

Con una concurrida ceremonia ritual, la agrupación Conciencia Mujer Solidaridad celebró su nacimiento en las afueras de Museo de Arte Contemporáneo (MAC).
Patricia Díaz Rubio

El viernes 26 de octubre se celebró el nacimiento de Conciencia Mujer Solidaridad (CMS). La organización independiente, compuesta de mujeres de todos los sectores sociales, busca fomentar la discusión de temas contingentes para el país, en especial aquellos que afectan el libre desarrollo del género femenino en la sociedad chilena.

El Parque Forestal sirvió de punto de encuentro para la primera reunión de Conciencia Mujer Solidaridad, la alianza femenina que busca generar un espacio de debate y opinión entre las mujeres chilenas. La ceremonia de inauguración contó con la presencia de una machi mapuche, quien bendijo el nacimiento de la iniciativa, cuyo objetivo está en fomentar e impulsar el liderazgo femenino para el cambio social y la movilización con sentido político de género.

Según Javiera Campos, estudiante que participa voluntariamente para CMS, la idea de este “pacto” femenino es “conversar acerca de temas que son importantes para Chile y sobre todo para las mujeres, como los femicidios, la discriminación labor y la desigualdad general en la que se encuentra la mujer, y fomentar su discusión y tratamiento nacional”. Todo esto a partir de la unión femenina “sin importar edades, tendencias políticas, religiosas ni sociales”.

La popularidad que ha adquirido CMS se debe principalmente a la iniciativa de sus integrantes; a partir de cadenas de correos electrónicos y mediante el sitio web de la organización, ésta comenzó el camino de darse a conocer. Hoy, CMS cuenta con más de 300 simpatizantes, entre los que no sólo cuentan mujeres, sino también hombres de diferentes edades, quienes adhieren a esta cruzada femenina en contra de una sociedad mayoritariamente machista.

La segunda reunión de CMS se realizará el próximo sábado 24 de noviembre, con la luna llena, símbolo de prosperidad, tal como lo indica la cultura mapuche.