Personas de todo el mundo están utilizando las manualidades como una forma de manifestación. Buscan la revaloración del trabajo manual y de las labores femeninas.
Por Camila Larsen Esveile
El activismo siempre ha sido más que lienzos ondeantes y cánticos aprendidos. Y desde hace unos años, también es tejido, corte y confección o cocina. En todo el mundo, hombres y mujeres –muchas mujeres- están utilizando las manualidades como una forma de manifestarse. Se llama craftivismo. Un movimiento que busca una revaloración de las cosas hechas a mano y una oposición al consumismo. Plantea además una discusión activa sobre los prejuicios contra el rol doméstico de la mujer, preguntándose si lo hogareño puede llegar a generar cambios en la sociedad.
El nombre craftivismo surge de un juego de palabras, donde el vocablo inglés craft reemplaza a su término en español más cercano, manualidades. Craft, como sustantivo o verbo, posee muchos más acepciones que su contraparte hispana: oficio, artesanía o confeccionar. Craft y activismo, manualidades y activismo. La definición ya dice bastante, pero como un textil, esta palabra es sencillamente el hilo con el que se empieza a tejer.
La materia prima del craftivismo es la creatividad. O más bien, la capacidad de reconocer en ella un poder. Una vez que se deja de considerar al trabajo manual propio como un pasatiempo o una actividad menor, las manualidades se revaloran. El craftivismo es, en primera instancia, descubrir que cada objeto hecho a mano posee un valor cultural y social particular.
Tejiendo el descontento
Así como trabajos manuales hay muchos, también existen variadas causas. Oposición a la guerra, crítica a la globalización o la lucha por los derechos ciudadanos. Sin embargo, existe en el craftivismo una naturaleza común, el entramado que le da forma. Se trata de la reivindicación del valor de lo hecho a mano como una herramienta contra el consumo y el materialismo.
Cuando la creadora del proyecto microRevolt -Cat Mazza- aprendió a tejer, descubrió que cada pieza poseía una historia personal y cultural única. Entonces, comenzó a cuestionarse sobre el origen de las prendas de ropa de las grandes compañías de vestuario. ¿Quiénes las hacían?, ¿bajo qué condiciones laborales? Al darse cuenta de que existía una gran diferencia entre el estilo de vida prometido al vestir ciertos logos y la precarización del trabajo en las fábricas, decidió utilizar el tejido para denunciarlo.
Empezó por tejer prendas de vestir con el logo de las compañías más conocidas como Nike o The Gap. La idea era generar una discusión sobre la relación entre el impacto de los logos en la sociedad y la verdadera situación en los talleres de producción o sweatshops. Así nació microRevolt, un sitio web que atrae a tejedores de todo el mundo para protestar contra la existencia de los sweatshops y la feminización del trabajo precario. Según Cat Mazza, “el concepto de “microRevolt” es una interpretación de las ideas de Félix Guattari sobre las revoluciones moleculares, donde pequeños actos de resistencia pueden iniciar un cambio”.
Para Cat, la eficacia de este tipo de este tipo de proyectos radica en la complementariedad con otras actividades, “el craftivismo que protesta contra la industria del vestuario es más productivo cuando colabora con otros métodos de activismo, el cambio en las políticas legislativas, la defensa de los derechos laborales y la conciencia de los consumidores. Votar con nuestro dinero y cosas por el estilo”.
Cosa de mujeres
Como todo lo ligado a lo femenino, las manualidades han sido relegadas constantemente a un segundo plano. Como si lo doméstico contra lo público, lo artesanal opuesto a lo industrial, lo femenino bajo lo masculino, no tuviesen la relevancia histórica suficiente. Para las nuevas generaciones del feminismo, el renacer de las manualidades es una reconciliación con la idea del rol doméstico de la mujer.
Ya no se trata de pensar que las labores hogareñas limitan las oportunidades femeninas en el ámbito laboral, intelectual o familiar. El problema no es dedicarse a lo doméstico, sino la falta de oportunidades y la devaluación del trabajo femenino. Porque si bien un rol activo en la vida pública resulta satisfactorio y positivo, hay que descubrir lo que causa plenitud en lo privado. Así, el craftivismo en cualquier de sus formas se presenta como una opción para aprender a disfrutar lo hogareño y revalorar los trabajos que durante siglos han atribuidos a las mujeres.
En Chile, existe una comunidad en línea de tejedoras llamada RevésDerecho, donde tejedoras hispano hablantes comparten patrones y consejos de tejido. El grupo fue fundado por la diseñadora Marina Torreblanca hace tres años “porque existia la necesidad de un espacio donde se hablara español y que reuniese a todas las tejedoras que compartiesen este idioma”. Pero lo que partió como una comunidad virtual en internet, rápidamente se trasladó al mundo real. Todos los meses se celebran reuniones tejeriles, así como actividades de caridad o de intercambios de regalos entre tejedoras de varios países.
Las mujeres, al descubrir que el tejido las reunía, se convirtieron en amigas. Mientras tejen, conversan sobre sus familias, sus trabajos, sus experiencias y motivaciones. Estas tejedoras de diversas localidades, han creado redes entre ellas y hoy su principal misión es dar a conocer la cara comunitaria del tejido.
La insistencia de llevar su pasatiempo mucho más allá, le permitió a Marina llegar a ser la actual directora de la revista Tejer la Moda. “Hoy el tejido es mi trabajo. Me encanta que haya público que comparta mis mismas afinidades y poder inspirar a la gente”.
¿Lo tejido es político?
Existe una discusión sobre los alcances del craftivismo. Más bien, sobre la línea que separa el activismo de la mera manualidad. La gente hace cosas a mano desde hace miles de años sin necesidad de transformarlas en una declaración política.
Pero para los craftivistas no se trata de la simple creación, sino de su conciencia. De ese modo, no importa si se cose en casa una prenda para un ser querido o si se teje con retazos de una bandera estadounidense. Mientras las personas se den cuenta del poder de su creatividad, generen una relación conciente con los objetos que crean y aprendan a valorar el trabajo manual de otros, estarán produciendo un cambio. Y eso, es craftivismo.
Craftivismo en la red
• microRevolt
Misión: “investigar el surgimiento de talleres de trabajo precario en el capitalismo industrial para informar sobre la crisis de expansión global y feminización del trabajo”
Alguna actividad: con la colaboración de tejedores de todo el mundo, se tejió una manta de 4 metros con el logo de Nike. Cada cuadrado tejido era una firma en la petición por condiciones de trabajo más justas en las fábricas de esta empresa.
• Knitta
Misión: unir las manualidades con el arte callejero. “Tomar el graffiti y hacerlo más cálido, peludo y aceptable”.
Alguna actividad: envolver postes, antenas, manillas o cualquier objeto callejero con retazos tejidos.
• Stitch for Senate
Misión: utilizar las reuniones de tejido como un espacio de reunión para la discusión y protesta, así como para persuadir al Senado estadounidense de retirar a los soldados de Irak.
Alguna actividad: tejer y enviar un pasamontañas militar a cada senador.
• RevésDerecho
Misión: servir como lugar de reunión para tejedores de habla hispana, donde puedan intercambiar experiencias relacionadas al tejido.
Alguna actividad: se realizará una intervención en Plaza de Armas en el que varias tejedoras colaboraran con cuadrados tejidos de color verde. La idea es armar una alfombra que parezca pasto para celebrar sobre ella un día de campo, así, se alentará a los colaboradores a discutir sobre la participación de los ciudadanos en la configuración de los espacios públicos.
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