6.14.2009

Editorial de moda

ESTEREOTIPOS DE UN CUERPO PERFECTO

Desde tiempos remotos existen ciertas concepciones respecto de lo bello. De qué manera se debe ser si se quiere alcanzar la perfección; cómo vestir, actuar y lucir son interrogantes cruciales para un mundo que vive sumergido en los vicios de la apariencia, y tener el poder de decidir qué se pone o no el resto para un trabajo privilegiado.

Por Patricia Díaz

Los medios de comunicación tienen el poder de configurar nuestro entorno. Dando énfasis a ciertos temas, vanagloriado o destruyendo ciertos personajes, hablando de tal o cual cosa, cada medio expresa lo que quiere, como quiere y cuando puede.

Al parecer ningún medio se escapa de esto. Ya sea un programa cultural o una revista naif, siempre se puede ver cómo se cuela entre las páginas una idea, un pensamiento un poco más complejo que define a las manos, ideologías y valores de quienes se encuentran detrás de cada publicación.

En el mundo de los medios de moda es probable que esto ocurra de igual forma. Tras cada imagen, forma de comunicación predominante en este tipo de publicación, puede que existe un lenguaje, un código que quiera decir un poco más, que quiera transmitir algo más que buen gusto y vida social, quizás de manera mucho más política de lo que se piensa.

COSAS DE CHICAS

Variadas son las revistas para mujeres. Las hay de cocina, de manualidades, incluso existen aquellas que apuntan a la maternidad y la buena crianza de los niños. Pero, casi sin duda, las más populares son aquellas que informan mes a mes sobre pasarelas, maquillajes, carteras y perfumes, sin olvidar mencionar lo que está in y la que está out.

Dentro del extenso y variado mundo de los medios de moda, la revista Vouge es, quizás, una de los paradigmas mediáticos de la industria del diseño. Publicada por primera vez en 1916, Vogue es más que mera moda, sino que emerge como un importante referente en cuanto a estilo de vida se trata, informando desde Nueva York para el mundo acerca de las nuevas tendencias, el mundo del espectáculo, la cosmética, las joyas, y todos esos detalles que componen el considerado gusto femenino.

Además, Vogue ofrece una serie de interesantes reportajes vinculados al mundo de la moda y las marcas más prestigiosas a nivel mundial, como Dior, Prada y Chanel, por mencionar algunas. Conocida como "la biblia de la moda”, tanto por sus conceptos fashion como por el destacado grupo de diseñadores, escritores, fotógrafos, ilustradores y modelos que en ella trabajan- donde destacan Kate Moss, Natalia Vodianova y el ilustrador Jordi Labanda-, Vogue marca pauta a nivel mundial.

En el caso chileno, nuestro referente más importante -en cuanto a moda y estilo de vida se trata- es la revista Paula. Estrenada en julio de 1967, Paula ha sido una revista femenina cuyo centralidad ha ido evolucionando.

Desde un estilo más contestatario y tratando temas de real interés-país, como el reportaje ¿Debo tomar la píldora? (1967) -escrito en una época en que Chile aún dudaba en torno a los derechos femeninos-, pasando a un énfasis puesto en lo visual, las tendencias y la foto-moda, Paula parecer haber cambiado sus referentes, mostrando nuevas aristas del mundo-mujer. Todo esto sin olvidar los tips belleza, cocina, datos y entrevistas a los diversos personajes nacionales e internacionales que están dando de qué hablar.

EL “DEBER SER” DE UNA MUJER

A través de sus distintas secciones temáticas, y por supuesto, mediante el importantísimo soporte de la fotografía, Vogue y Paula -y muchas otras revistas femeninas- construyen sus conceptos hacer de los bello, lo deseable, lo admirable y digno de ser imitado. A través del uso popularizado de la palabra “modelo”, la moda, con residencia en la revista de moda, propone un tipo de mujer a seguir; ser delgada, de alta estatura, tener pómulos pronunciados, vestirse a la moda, estar siempre bien maquillada, peinada y enterada del mundo del espectáculo como mandamientos de una chica Paula en Chile, una chica Vogue a nivel mundial. Dichas estas máximas, el camino a la felicidad es una línea simple y recta.

En este escenario de mujeres modernas, perfectas, modelos, no caben los kilos, las arrugas y los hijos de más; no hay espacio para los cabellos desarreglados, la tradicional dueña de casa ni la billetera escueta de un sueldo mínimo que no pueda aspirar a perfumes, carteras y ropa de diseñador.

En este mundo la piel es perfecta y sin mancha alguna, las miradas son sexys y provocadoras, el caminar es altivo, firme y seguro y la naturalidad ha dado un paso al lado para abrir camino a los maquillajes despampanant
es y los vestidos de alta costura que jamás se usarían en la vida diaria pero que, sin duda, denotan cierta actitud ante la vida y marcan tendencias.

Aunque la fotografía de moda -tanto en revistas internacionales como Vogue o en versiones made in Chile como Paula- muestran glamour, consejos para hacernos admirables y otorgan un nuevo espacio a las mujeres, más activas en la sociedad y participantes del mundo laboral, también se encargan de reafirmar que, a pesar de todo lo moderna que se pueda ser, no es posible dejar de lado las labores domésticas ni las manualidades, menos la cocina o la crianza de los hijos.

¿Qué tan independizadas estamos? Para saberlo basta más que un buen par de tacones o un vestido a la moda, más que un cuerpo perfecto y una mirada sensual, sino más bien un desprenderse de la medida que más se repite, aunque lo diga la biblia femenina.




4.19.2009

Historias Laborales

MUJERES INVISIBLES

Por Carolina Roco

La gente camina de un lado a otro buscando comprar algo. Cualquier cosa. Comprar es terapia, dicen. En el baño de mujeres, las señoras se miran al espejo antes de seguir la travesía de sobrevivir al stress de los centros comerciales.

En el baño no se ve rastro de suciedad. Los vidrios están impecables y el piso brilla, pero ninguna de las mujeres que se encuentra allí lo nota. Pasan con rapidez, el baño es sólo una parada más antes de seguir comprando, bebiendo café o tomando helados.

A quien le importa quien limpia ese lugar. A nadie le interesa realmente quien pasa la mayor parte de su día metida allí. Mientras disfrutamos del aire acondicionado del mall, la señora Carmen limpia baños. Con el traje azul y el olor a cloro en los guantes verdes. Invisible.

Lleva dos meses ahí. Ha visto pasar a millones de personas, pero nadie la ha visto a ella. Toda la vida se dedicó a ser nana, pero quedó cesante y su marido se enfermó. No hubo otra opción que buscar cualquier trabajo. “Cuando se enferma el jefe de hogar, la carencia de dinero se hace fuerte”, explica mientras pasa un trapero por el suelo. El miedo ante la “crisis” la obligó a terminar limpiando los baños del Mall Plaza Vespucio. “En estos tiempos ya no tienes opción. Hay que trabajar, ya no puedes estar regodeándote por el trabajo”.

Mira con calidez, pero responde con pena, como rendida. “La plata ya no vale nada en este país” lanza de repente, mientras se mira a si misma en el reflejo del piso. Durante media hora, han pasado unas veinte mujeres. Ninguna la ha saludado. De verdad parece que no existiera. Una señora entra al baño. “No tiene confort”, dice la dama en voz alta. Carmen reacciona inmediatamente: “¿no tiene?, lo vamos a cerrar al tiro”, pero la mujer ya está demasiado lejos para oírla.

Sus ojos pardos se mezclan con las arrugas de su rostro, en su piel canela, en sus años de trabajo. Sus guantes verdes esconden sus manos gastadas. Pero su desesperanza no puede disimularse con nada. Suspira y repite lo difícil que es vivir con el mínimo, en cómo todo ha subido mientras que ella sigue ganando lo mismo. “Hay que trabajar nomás y ponerle cariño a lo que uno hace, aunque no te guste”, dice despacito, como para convencerse.

Su sueldo no alcanza ni para darle las gracias. Menos para darle de comer a su familia, a sus hijos, a sus nietos o pagar un tratamiento decente para su marido.

Se acomoda su traje azul. Le queda grande. Quizá fue de otra mujer que se dio por vencida en plena batalla, cansada de ser un fantasma entre tanto movimiento. El tiempo para ella corre distinto, porque mientras los consumidores piensan en qué compararan, ella piensa en como sacarse la cresta para juntar más plata. “Hay que ponerle el hombro nomás chiquilla, aguantar”.

Me da un beso en la mejilla para despedirse y me abraza fuerte como si quisiera agradecerme por algo. Sus ojos brillan, me lanza una sonrisa que casi oculta su cansancio. Casi. Le sonrío también, esperando que sirva de algo, pero sabiendo que en verdad no servirá de nada.