ALERTA ROJA
Creen que somos princesas de sangre azul. Que todos los meses montamos sobre compresas inmaculadas. O que metemos en nuestra feminidad una pureza absorbente. Para los patriarcas de las toallitas, menstruamos en la clandestinidad.
Por Camila Larsen Esveile
La industria de la higiene menstrual se inició a finales del siglo XIX con la aparición de los primeros productos desechables. Pero es desde la década de los 70 que las ventas comienzan a consolidarse. Y con ellas, surge el mundo paralelo de la publicidad, donde las mujeres sangramos azul, olemos a manzanilla y nunca jamás decimos la palabra “menstruación”.
En la actualidad, existen tantos productos desechables como eufemismos. Tampones con aplicador o sin él, mini, regular, súper o súper plus; toallas ultra finas, normales, con aroma, con círculos antiderrame, con “flexi-alas” y con “malla-sec”. La regla, la enfermedad, el período, la indisposición. Ya sabes, esos días.
Para algunas mujeres, adquirir aquellos paquetitos rosados en público sigue siendo vergonzoso. ¿Para que los hacen tan lindos si al comprar uno te sientes como si estuvieras pasando droga en el aeropuerto? Sí, caballero, ando con la regla.
Estamos demasiado acostumbradas a los tampones, ya casi nunca vemos la sangre. Creemos que los protectores diarios protegen nuestra vagina, cuando solo nos cuidan los calzones. La industria de los productos menstruales desechables y el tabú de la higiene femenina también tienen alitas, tan fijos están que no nos preguntamos si son realmente necesarios.
La lógica corporativa se ha apoderado de la menstruación. Sus construcciones culturales nos hacen creer que debemos esconder cualquier indicio del ciclo femenino. Con productos que en cada comercial aparecen más compactos, casi invisibles. Con materiales de nombres futuristas y blanqueados, perfectamente puros. La sangre es absorbida por un misterioso gel. No hay nada entre mi toallita y yo.
Poco nos cuestionamos sobre los daños que acarrea el uso de 10.000 toallitas y tampones en el periodo fértil de cada mujer, porque la información es escasa. Se sabe que para el blanqueamiento de la celulosa y las fibras de algodón, se utilizan productos químicos que contaminan las aguas. Algunas toallitas contienen capas de polietileno o polipropeno que son plásticos derivados del petróleo difíciles de reciclar. Todo eso entre tus piernas.
Los tampones están hechos de algodón y rayón, materiales que desprenden fibras al interior de la vagina y pueden causar ulceraciones y resequedad al descamar la membrana mucosa de ésta. Además, su uso está asociado al síndrome de shock tóxico, una infección bacteriana que, si bien es muy rara, puede ser letal. Todo eso dentro de tu vagina.
A pesar de todo esto, cualquier elección que no sea plástica y descartable nos parece medieval. Pero las opciones existen, y con un poco de disposición pueden resultar muy prácticas, tanto para nuestra comodidad como para nuestra salud y el medioambiente. Una de ellas, puede ser retomar viejas tradiciones y actualizarlas. Eso es lo que hizo la chilena Tatiana Renom al comenzar a experimentar con las Ecoalitas, toallas higiénicas de tela de algodón que vende desde hace unos meses.
Conciente del daño ecológico causado por los productos desechables, Tatiana decidió dejar de usarlos y encontrar una alternativa propia. “Partí experimentando conmigo después de interrogar a mi abuelita y a mi mamá para saber como lo hacían ellas en su época. Hice varios modelos de prueba, pero era difícil porque tenia que esperar los 28 días para poder probar lo que hacia durante esos intermedios”, comenta. Para agilizar el proceso, les pidió a algunas de sus amigas que probaran las nuevas toallitas. Cuando estuvo lista, creó una página web por si encontraba alguna mujer interesada en cambiarse a esta alternativa. Y encontró muchas. “Si bien no vendo mil unidades al mes, creo que lo importante para mi es que la gente tenga ese cambio de actitud ante este mundo”.
Las ventajas de las toallas de género son muchas.Se evita generar una gran cantidad de desechos ya que duran alrededor de 5 años, y además se ahorra dinero. Al ser confeccionadas con un género de algodón, no causan irritación y no poseen ningún químico que dañe el medio ambiente o la salud. Y por mucho que confiemos en la tecnología de la toallita de plástico, no creamos que ésta opción es menos absorbente. En su interior poseen un género impermeable que impide que la sangre traspase hasta la ropa.
La menstruación no debería relacionarse con las mujeres saltarinas y sonrientes de los comerciales que ocupan tampones, pero no sangran y temen explicarles a los hombres o a sus hijas lo que le ocurre a sus cuerpos. Una mujer con miedo o vergüenza jamás podría saltar tan alto. Ese temor y timidez surgen de los tabúes y de la virtualidad del mundo publicitario. Por esa razón, depende de cada una cuánto queramos ocultar en el fondo del tarro de la basura.
Sangrar mes a mes no es un castigo, el flujo no es algo que debamos detener dentro de nuestros cuerpos o perfumarlo con químicos que huelen como flores. La sangre puede ser la emoción de dejar de ser una niña o el colorido recordatorio de nuestra fertilidad o, en el otro extremo, convertirse en el alivio de saber que no estamos embarazadas. No sigamos el juego de ocultarnos y hagámosle saber al mundo que nuestra sangre no es de color azul.
La industria de la higiene menstrual se inició a finales del siglo XIX con la aparición de los primeros productos desechables. Pero es desde la década de los 70 que las ventas comienzan a consolidarse. Y con ellas, surge el mundo paralelo de la publicidad, donde las mujeres sangramos azul, olemos a manzanilla y nunca jamás decimos la palabra “menstruación”.
En la actualidad, existen tantos productos desechables como eufemismos. Tampones con aplicador o sin él, mini, regular, súper o súper plus; toallas ultra finas, normales, con aroma, con círculos antiderrame, con “flexi-alas” y con “malla-sec”. La regla, la enfermedad, el período, la indisposición. Ya sabes, esos días.
Para algunas mujeres, adquirir aquellos paquetitos rosados en público sigue siendo vergonzoso. ¿Para que los hacen tan lindos si al comprar uno te sientes como si estuvieras pasando droga en el aeropuerto? Sí, caballero, ando con la regla.
Estamos demasiado acostumbradas a los tampones, ya casi nunca vemos la sangre. Creemos que los protectores diarios protegen nuestra vagina, cuando solo nos cuidan los calzones. La industria de los productos menstruales desechables y el tabú de la higiene femenina también tienen alitas, tan fijos están que no nos preguntamos si son realmente necesarios.
La lógica corporativa se ha apoderado de la menstruación. Sus construcciones culturales nos hacen creer que debemos esconder cualquier indicio del ciclo femenino. Con productos que en cada comercial aparecen más compactos, casi invisibles. Con materiales de nombres futuristas y blanqueados, perfectamente puros. La sangre es absorbida por un misterioso gel. No hay nada entre mi toallita y yo.
Poco nos cuestionamos sobre los daños que acarrea el uso de 10.000 toallitas y tampones en el periodo fértil de cada mujer, porque la información es escasa. Se sabe que para el blanqueamiento de la celulosa y las fibras de algodón, se utilizan productos químicos que contaminan las aguas. Algunas toallitas contienen capas de polietileno o polipropeno que son plásticos derivados del petróleo difíciles de reciclar. Todo eso entre tus piernas.
Los tampones están hechos de algodón y rayón, materiales que desprenden fibras al interior de la vagina y pueden causar ulceraciones y resequedad al descamar la membrana mucosa de ésta. Además, su uso está asociado al síndrome de shock tóxico, una infección bacteriana que, si bien es muy rara, puede ser letal. Todo eso dentro de tu vagina.
A pesar de todo esto, cualquier elección que no sea plástica y descartable nos parece medieval. Pero las opciones existen, y con un poco de disposición pueden resultar muy prácticas, tanto para nuestra comodidad como para nuestra salud y el medioambiente. Una de ellas, puede ser retomar viejas tradiciones y actualizarlas. Eso es lo que hizo la chilena Tatiana Renom al comenzar a experimentar con las Ecoalitas, toallas higiénicas de tela de algodón que vende desde hace unos meses.
Conciente del daño ecológico causado por los productos desechables, Tatiana decidió dejar de usarlos y encontrar una alternativa propia. “Partí experimentando conmigo después de interrogar a mi abuelita y a mi mamá para saber como lo hacían ellas en su época. Hice varios modelos de prueba, pero era difícil porque tenia que esperar los 28 días para poder probar lo que hacia durante esos intermedios”, comenta. Para agilizar el proceso, les pidió a algunas de sus amigas que probaran las nuevas toallitas. Cuando estuvo lista, creó una página web por si encontraba alguna mujer interesada en cambiarse a esta alternativa. Y encontró muchas. “Si bien no vendo mil unidades al mes, creo que lo importante para mi es que la gente tenga ese cambio de actitud ante este mundo”.
Las ventajas de las toallas de género son muchas.Se evita generar una gran cantidad de desechos ya que duran alrededor de 5 años, y además se ahorra dinero. Al ser confeccionadas con un género de algodón, no causan irritación y no poseen ningún químico que dañe el medio ambiente o la salud. Y por mucho que confiemos en la tecnología de la toallita de plástico, no creamos que ésta opción es menos absorbente. En su interior poseen un género impermeable que impide que la sangre traspase hasta la ropa.
La menstruación no debería relacionarse con las mujeres saltarinas y sonrientes de los comerciales que ocupan tampones, pero no sangran y temen explicarles a los hombres o a sus hijas lo que le ocurre a sus cuerpos. Una mujer con miedo o vergüenza jamás podría saltar tan alto. Ese temor y timidez surgen de los tabúes y de la virtualidad del mundo publicitario. Por esa razón, depende de cada una cuánto queramos ocultar en el fondo del tarro de la basura.
Sangrar mes a mes no es un castigo, el flujo no es algo que debamos detener dentro de nuestros cuerpos o perfumarlo con químicos que huelen como flores. La sangre puede ser la emoción de dejar de ser una niña o el colorido recordatorio de nuestra fertilidad o, en el otro extremo, convertirse en el alivio de saber que no estamos embarazadas. No sigamos el juego de ocultarnos y hagámosle saber al mundo que nuestra sangre no es de color azul.
7 comentarios:
Esto me recuerda a algunas cosas que he tenido que leer para un trabajo que estoy haciendo sobre historia del cuerpo. El cuerpo ha sido, de más en más, transformado en algo exvinculado de lo simbólico, maquinizado, objetificado. De ahí que la propaganda para una toallita sea la misma que para un shampoo o para unos tallarines; mujer feliz, el producto satisface, la máquina sigue andando.
Interesante el artículo, espero poder seguir leyendo más cosas así.
Matías
Hola!! soy amigo de la Pita
Las felicito!!. Demasiado interesante el documento, más que la información que señala es lo que ustedes denotan al redactarla.
Nunka pensé que el tema de la menstruación fuera algo que querían dejar de esconder, o hacer evidente, o aún más interesante... hacer una especie de revolución acerca del tema.
A pesar de todo considero que las mujeres son excelentes actrices, pues al menos yo muy rara vez me doy cuenta de que una fémina esté padeciendo los sintomas de la sangre azul.
¿quien es Camila Larsen Esveile? Excelente puntapié inicial.
Salu2 a todos
y en especial para Pita
Andrés Guzmán
Traté de sacar 'Sociología del cuerpo', pero estaba pedido. Tuve que contentarme con 'Antropología del cuerpo y modernidad'. Igual me sirvió.
Absolutamente cierto.
Aquello de la clandestinidad me perturba.
y, aún más, porque formo parte de sus causantes!, lo asumo.
¿A quién no le ha pasado que abre lentamente el paquetito en el baño con el objetivo de que nadie de los exteriores note la inómoda tarea que practicas?
Un asco.!
Buen buen artículo nena.
Saludos!
Laura.
PS. Creo que eres como "Carry Bradshaw". Es emocionante, como sentirse parte de Sex and the city.
Muy buen texto, tu forma de escribir mantiene el interés necesario en cada palabra.
Nunca me había planteado la problemática de las toallas higiénicas en las mujeres... es interesante. =)
Excelente ¡¡¡.
De verdad que la verguenza impide muchas veces que nos saquemos el sesgo publicitario. Nos lo bancamos porque a este proceso lo hace más...mmm... inexistente: "brinquen y métanse a la piscina no más".
Camila, felicitaciones.
Fran.
Me encanta cómo escribe Camila.
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